Adictos al dulce
Adictos al dulce
“No fumo, no bebo y no consumo drogas, pero cada día siento la necesidad de tomar azúcar”. Aunque hasta ahora este parecía el perfil de una persona sana, para Robert H. Lustig, Laura A. Schmidt y Claire D. Brindis, investigadores de la Universidad de California (EE UU), es el testimonio de un adicto.
Los tres científicos publicaron a principios de febrero un artículo en la revista Nature que atacaba el consumo de azúcar y lo relacionaba con el aumento de enfermedades no transmisibles, como la obesidad o la diabetes.
Los autores afirman que los efectos de este aditivo en el cuerpo pueden ser similares a los provocados por ciertas sustancias adictivas como el alcohol y solicitan una regulación, también en los impuestos, que limite sus ventas en los colegios y la edad de compra, como se hace con el tabaco.
Sin embargo, para Javier Salvador, presidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), “la obesidad es el auténtico enemigo que favorece la aparición de una pléyade de complicaciones metabólicas, cardiovasculares, respiratorias, articulares e incluso cáncer en adolescentes y adultos, que pueden reducir significativamente la calidad y la expectativa de vida”.
Comparar la ingesta de azúcar con el alcohol y el tabaco parece un tanto exagerado. “Equiparar su consumo al de sustancias adictivas me parece excesivo en España. En EE UU, donde el consumo es mucho mayor y la obesidad afecta a uno de cada tres hombres y mujeres, la visión puede ser algo distinta”, explica Albert Lecube, investigador de la Unidad de Obesidad y Metabolismo del Hospital Vall d’Hebron.
Mientras que los científicos de la Universidad de California hablan del azúcar como una sustancia tóxica, puro veneno para el cuerpo, los expertos españoles se muestran tajantes y no consideran que nadie llegue a tratarse para dejar el azúcar, pues la verdadera clave reside en una dieta desequilibrada incluida dentro de otros hábitos de vida inadecuados.
El azúcar, a raya
El artículo de Lustig, Schmidt y Brindis subraya la necesidad de tomar medidas en países como EE UU, donde más de 600 kilocalorías diarias por persona provienen del azúcar. De hecho, los investigadores argumentan que el consumo mundial se ha triplicado durante los últimos 50 años. ¿Ocurre lo mismo en España?
El Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular (ENRICA), que revela un aumento de la prevalencia de obesidad en España, no indica que el porcentaje de calorías provenientes de los carbohidratos, como el azúcar, se encuentre por encima de lo recomendado.
Es más, los resultados muestran que entre el 41% y el 43% de las calorías declaradas provienen de los azúcares complejos o sencillos, lo que no supera el 50% recomendado en los programas de alimentación convencionales.
“Esto no quiere decir que no puedan existir colectivos que abusen de los azúcares añadidos, como los que se encuentran en algunos refrescos, cuyo suplemento calórico favorece el desarrollo de obesidad y de sus complicaciones asociadas”, subraya Salvador.
El cambio de hábitos de la sociedad española ha eliminado la protección de la valorada dieta mediterránea. “Estudios como este nos exigen tomar medidas antes de sufrir un problema que ya es alarmante en otros países”, afirma Martín López de la Torre, experto del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada.
Una amenaza global
El exceso de azúcar comporta efectos metabólicos indeseables, en gran parte mediados por su contribución al aporte calórico global, pero no hay razones para demonizar un consumo razonable en aquellas personas que poseen un metabolismo ‘normal’.
“Culpar especialmente al azúcar no parece merecido, sobre todo cuando otros elementos como el alcohol, las grasas saturadas –de mayor capacidad calórica–, el sedentarismo y la propia obesidad ocasionan efectos potenciadores de la resistencia a la leptina y del estrés metabólico, ambas repercusiones atribuidas a un aumento de su ingesta”, afirma Salvador.
La mesura parece ser la clave y la única vía posible para conseguirlo, la educación sanitaria y el acceso a otro tipo de alimentación. “Las personas deben conocer la composición de los alimentos que ingieren y que realizar alguna actividad física es muy conveniente. Establecer prohibiciones no parece la actitud estratégicamente más aconsejable”, señala Salvador.
Los investigadores estadounidenses, aun siendo más alarmistas, tampoco hablan de prohibición. Sugieren tomar como ejemplo las acciones que han reducido en los últimos años el consumo de alcohol y tabaco en muchos países, como establecer tasas especiales para su venta y restringir las licencias en máquinas de vending situadas en lugares públicos.
Ya sea a través de una maniobra de desintoxicación o de una labor de educación, el frente común de endocrinos y nutricionistas es frenar las impresionantes tasas de obesidad y otras enfermedades asociadas que asedian a la población de la mayoría de los países del mundo. Ojo a su nuevo enemigo: es discreto y mucho más dulce.
Menos bollos y más cereales
La población española come en exceso ciertos alimentos como los cárnicos, lácteos enteros y bollería en general, en detrimento de un menor consumo de cereales, legumbres y patatas. El uso de azúcares de rápida absorción y bollería ha aumentado en los últimos años, y con ello la prevalencia de obesidad y diabetes.
“Aunque este aumento de ingesta calórica influye en el desarrollo de obesidad, la obesidad en la diabetes, y ambas en la mortalidad por enfermedad cardiovascular, es muy difícil cuantificar esta relación. Hay otros factores alimentarios, genéticos, hereditarios o el propio sedentarismo que actúan a la vez”, sostiene Martín López de la Torre.
En los estudios realizados en España el consumo de azúcares puede promediar los 20 y 30 gramos diarios, a los que hay que sumar un consumo de bollería en torno a los 40 y 50 gramos al día.
Fuente: SINC